Las arrecogías

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‘Doña Mariana de Pineda, en el momento de despedirse de las beatas de Santa María Egipciaca, en cuyo beaterio estaba presa, para ir a la capilla’. Óleo de Isidoro Lozano terminado en 1862. Museo del Prado.

Allí había presas comunes, mujeres de mala fama, prostitutas, rateras… todas obligadas a reformarse, apartadas de las calles y recluidas aunque algunas fuesen menores de edad. Y también había presas políticas, acusadas de ser conspiradoras liberales. Juntas todas, arrecogías en el Beaterio de Santa María Egipciaca (Granada), en las oscuras estancias de una institución religiosa que huele a tortura y oración. Estamos en los primeros meses de 1831. Son tiempos de represión absolutista. Aquí manda Fernando VII, el rey felón, el traidor.

Entre ellas destaca una chica de 26 años llamada Mariana Pineda. La joven luce el peinado romántico de la época, con bucles que se deslizan por sus mejillas. Mariana tiene los días contados, será ejecutada a garrote vil el 26 de mayo de 1831. Heroína contra la represión, la figura de esta andaluza, detenida con la excusa de que bordaba en su casa un pendón con la inscripción ‘libertad, igualdad y ley’, se convertiría casi 150 años después, nada más morir el dictador Franco, en estandarte de la libertad.

A comienzos de 1977, el Teatro de la Comedia de Madrid estrenaba ‘Las arrecogías del Beaterio de Santa María Egipciaca’, con texto de José Martín Recuerda. El libreto, que sufrió la censura a principios de los 70 y no pudo ser representada hasta muerto Franco, recordaba los últimos días de Mariana Pineda en la comunidad de beatas antes de su ajusticiamiento. El plantel para el estreno no dejaba dudas. Dirigía la obra Adolfo Marsillach, Enrique Morente estaba al frente de la música y entre las intérpretes brillaban Concha Velasco (Mariana Pineda), María Luisa Ponte, Pilar Bardem, Mercedes Lezcano y Antonio Iranzo, entre otros. El éxito de crítica y público fue evidente y la obra se mantuvo en cartel durante dos años. En 1984, TVE estrenó una miniserie de cinco capítulos donde Pepa Flores daba vida a Pineda.

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Imagen de la representación de ‘Las arrecogías’ en el Teatro de la Comedia. Madrid, 1977.

 

Un estreno en tiempos revueltos. Mientras muchos reclamaban amnistía para los presos tras la muerte del dictador, grupúsculos ultras se creían dueños y señores de las calles. La actriz Mercedes Lezcano recordó en 2006, en una entrevista que le hizo Juan Cruz en El País, que entre las fechas clave que nunca olvidará está aquel comienzo de 1977. “Estábamos ensayando ‘Las arrecogías’, de Martín Recuerda, cuando hubo el atentado de la calle Atocha, aquella matanza de abogados laboralistas”.

Antes que Marsillach, fue la compañía de Margarita Xirgu, en 1927, quien estrenó en Barcelona una obra sobre la heroína liberal basada en un texto de Federico García Lorca. Otro canto a la libertad, esta vez centrado en las leyendas y romances que había escuchado el poeta en boca de su gente. “Entre García Lorca y yo ha mediado un millón de muertos”, le gustaba repetir a Martín Recuerda, que sí investigó durante años documentos históricos de la represión fernandina. Así descubrió que aquel convento se dedicaba a la “regeneración de mujeres de vida alegre”. Muchas eran llevadas allí por las autoridades de la ciudad o incluso por la propia familia cuando eran menores de edad. Dentro no podían lucir ningún tipo de adorno, eran obligadas a dejar sus pertenencias personales y a vestir saya y jubón de estameña (lana de estambre) .Con el tiempo se convirtió en prisión política. Las monjas se convirtieron en funcionarias del terror –en la obra teatral están interpretadas por hombres que visten los hábitos de las siervas de Cristo– y Mariana Pineda fue su presa más célebre. Si algunos quisieron limitar el compromiso de Pineda al delito de bordar una bandera por amor a un amante, con el trabajo de Martín Recuerda se demuestra que Pineda tuvo una sólida conciencia política, trabajó incansable en la lucha liberal y ayudo a más de un activista a sobrevivir.

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Reportaje aparecido en interviú en febrero de 1978. Las fotos son de J. M. Castellvi.

Cuando se estrenó Las arrecogías en febrero de 1977, el crítico teatral y periodista Moisés Pérez Coterillo aseguró en la publicación Blanco y Negro que es “inútil insistir en el éxito de crítica y público, justificado y merecido en todo momento, tanto por los valores del espectáculo, como por las ganas que los espectadores demuestran tener de que en nuestros escenarios pueda representarse un teatro que interpele nuestro tropezón proceso a la democracia”.

J.M. Castellvi publicó en 1978, en las paginas de la revista interviú, fotografías del montaje estrenado un año atrás. Allí aparecían varias de las actrices a pecho descubierto. “Las hembras que exponen sus pechos desnudos lo hacen como un gesto de protesta y de ira bajo la mirada hiriente, inquisitorial y fascista de unas monjas que representan hombres, porque el poder es, a fin de cuenta, asexuado”. Afirmó el periodista que el canto por la justicia y a favor de la amnistía de la representación teatral coincidió con las exigencias que fuera del teatro reclamaba la mayoría del pueblo español en ese 1977.

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