La escobilla, esa oda al deseo

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Escobillas. Foto: Sandra Torralba.

No busquen aquí un fetichismo cerdo. O sí. En esto de las parafilias me pierdo en la primera curva. Se que hay personas que se excitan frotándose con los picos de una mesa Schroeder o acariciando un Chester firmado por Risto. Me lo contó David Arnanz y para mí es verdad de la buena. Y también están los misófilos, seres humanos que disfrutan con lo sucio, el desecho, con la ropa maloliente, la compresa manchada. Por no hablar de la coprofilia (heces al poder). Basta.

Olviden el párrafo anterior, hoy solo voy a hablar de las fotos chulas de una amiga, de la artista Sandra Torralba, que en su último proyecto sobre erotismo ibérico (bizarro) ha utilizado una escobilla de baño como un personaje más. Ya era hora. No piensen que se ha buscado la típica escobilla enfundada en un tubo de acero mate marca Ikea. No, la escobilla rosa chillón es del chino de abajo. «No existe nada mas asqueroso en el mobiliario domestico que la escobilla de baño. Yo nunca lo supe hasta que viví fuera y las miré por primera vez con ese odio anglosajón que mira mal a todo lo humano. Desde entonces sé que no hay nada más asqueroso, ni los pelos del desagüe ni el liquido de cuando se rompe la bolsa de la basura. Las escobillas encabezan la lista de ascos domésticos». Torralba (Madrid, 1979) es protagonista en sus propias fotos, se hace acompañar de marido, hijos, madre, colegas para montar unas potentes escenas que a veces incomodan, que hablan de sexo y género, del cuerpo y del alma. A veces es capaz de erotizar unos guantes de fregar o el chorrillo que se le escapa entre las piernas. La descubrí hace años y se incorporó como colaboradora habitual de interviú porque tenía otra forma de ver a las mujeres. Sin perder carnalidad, Sandra las dotaba de una fuerza nueva, de otra energía.

Volvamos a las chicas de las escobillas rosas. «Pienso que en el sexo hay que ser guarro y que los ascos hay que sublimarlos. Y vestidas de rosa, erotizadas y sexualizadas, entre asco y excitación, uno siente ganas de chuparlas, de frotarse con ellas y dejar que le salpiquen», comenta Torralba sobre su última creación. La fotógrafa vincula esa contradicción de encontrar lo sensual en lo bizarro con el made in Spain. «Los españoles somos muy de pasiones encontradas. La ambivalencia es inherente a la sexualidad humana. La realidad es siempre maravillosamente imperfecta y falta de armonía, y en los fallos de la perfección encontramos a la persona real, mientras peleamos con las bragas que no bajan o las camisetas que no salen… Da igual que sea sucio o cotidiano, da igual si tienes estrías, un culo es un culo».

En esta oda al deseo, al humano y real, «a ese que te hace querer llevarte cosas a la boca», el color rosa lo impregna todo. «El color rosa envuelve en belleza la basura hasta que casi olvidas que lo de dentro se está pudriendo», explica Sandra, que va más allá: «tareas de mierda como limpiar el baño, y por extensión las tareas domesticas, vestidas de rosa y a golpe de estética fashion van y nos molan. Extiendo silenciosamente esta reflexión a la feminidad en general, de cómo vestimos de rosa lo feo, lo que queremos imponer para que cueste menos imponerlo». Para la artista madrileña no hay indefensión, son dos mujeres que adoran el rosa, se adoran a sí mismas y se adoran entre ellas, «que erotizan y hacen suyos sus cuerpos, los espacios y los estereotipos».

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