Cuando Panero hace pop ya no hay stop

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Leopoldo María Panero, en 2010, en Las Palmas de Gran Canaria. Foto de Marcos de Rada publicada en interviú.

«Me ha influenciado más ‘Mandrake el Mago’ que toda la literatura española». Leopoldo María Panero (Madrid, 1948-Las Palmas de Gran Canarias, 2014) hizo estas declaraciones hace casi veinticinco años. Hablaba de un ilusionista de cómic, con sombrero de copa y bigotín, que noqueaba a los malhechores con su fuerza hipnótica. Se puede tomar como otra extravagancia de Panero o como la constatación de que cuando el poeta y traductor hacía pop ya no había stop. Etiquetado de por vida como novísimo, loco y maldito, siempre reivindicó que «la felicidad, en suma, es bien posible, es lo que busca el ‘loco’ y lo que el hombre ‘sano’ destruye y teme» . Por eso, la aparición en las librerías de ‘Los papeles de Ibiza 35’ (Ed. Bartleby), que incluye poemas, ensayos y cuentos inéditos de Panero –la mayoría escritos entre 1968 y comienzos de los 70–, será para sus admiradores un motivo de felicidad.

Titular una obra –preparada para su edición pero que se quedó en una carpeta de cartón– ‘No somos ni Romeo ni Julieta, ni estamos en la Italia medieval’ (canción que grabó Karina en 1967) muestra el camino para un conjunto de textos que el profesor Túa Blesa, experto en la vida y obra de Panero, calificó como «diario de su vida cotidiana, sobre todo de aquel tiempo que vivió en Barcelona entre discotecas, fiestas, alcohol y drogas. Este libro es una absoluta novedad para ver otro Leopoldo. La cofradía de los paneristas disfrutará». Y es que la cultura popular está omnipresente. Es capaz de meter en apenas setenta líneas, bajo el título ‘De repente me ha salido un articulo de ABC (Así se fundó Carnaby Street), a Baudelaire y los tocadiscos, a Timothy Leary, los pósteres de Kafka y James Dean y a los Rolling Stones, el jazz y el hachich, a Oscar Wilde y Nerón…

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Portada de ‘Los papeles de Ibiza 35’ y fachada de la que fue casa de los Panero en Madrid. Foto: Alberto Gayo.

El catedrático Túa Blesa recuerda para apuntalar la tesis pop que en estos textos inéditos hay menciones a la canción Quando, quando, quando, grabada por Tony Renis, a la mexicana Chavela Vargas, al rock Zapatos azules de gamuza, a Mick Jagger (a quien Panero dedicó su libro de 1970 ‘Así se fundó Carnaby Street’), al personaje de dibujo animado Speedy González, o a la serie de televisión Los invencibles de Némesis.

El periodista y escritor Javier Mendoza tiene mucho que ver con esta novedad editorial. Michi Panero, su padrastro, le entregó en abril de 1998 un montón de carpetas «de diferentes tamaños y colores, llenas de roña y lamparones» que había guardado en la casa familiar de la calle Ibiza nº35 de Madrid. «Haz lo que quieras con ellas pero llévatelas de aquí», le dijo. En la casa de los Panero, refugio adolescente de Mendoza –«una casa destartalada y confortable mezcla de Disneylandia y castillo de Drácula»– estuvieron aquellas carpetas y han tenido que pasar veinte años para que Mendoza se atreva a meterlas mano. Necesitaba romper la maldición de los Panero, que de alguna manera también han conformado su personalidad. Puedo dar fe de que a Javier también le gustaba convertir su hogar en un caos sublime. «Leopoldo María Panero vivió la literatura de verdad. Se decantó por ser el loco de la baraja. En estos textos podemos ver a un Panero no truculento, muy vital», explicó Mendoza el pasado miércoles durante la presentación de ‘Los papeles de Ibiza 35’.

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En el centro, el catedrático Túa Blesa (izda.) y el periodista Javier Mendoza durante la presentación de los textos inéditos de Panero. Foto: Alberto Gayo.

Cuando hace veinte años Mendoza llegó a su casa en un taxi repleto de carpetas, se puso a mirarlas. Había cartas, postales, poemas, cientos de páginas mecanografiadas, también cuentos de Michi firmados como José Blanc. Decidió guardarlas y en 2015, tras morir su madre, se puso a examinar el legado de los hermanos Michi y Leopoldo. Su misión en este libro ha sido la de escribir el prólogo (explicación) y la de transcribir los originales, «un viaje a la mente enfebrecida del joven poeta. Como decía Michi, Leopoldo, antes de los manicomios, o, más bien, antes de su ingreso en Mondragón, era una mente brillante, delegado de la Facultad de Filosofía, y fueron las repetidas detenciones por drogas, política y homosexualidad, y los psiquiátricos, quienes le condenaron al abismo de la locura. Esto puede ser una verdad a medias, ya que como escribe la madre, Felicidad Blanc, en sus memorias ‘Espejo de sombras’, su comportamiento desde pequeño era muy parecido al de la tía Eloísa, aquejada de esquizofrenia», cuenta Mendoza.

Lo cierto es que, como reconoce el catedrático Túa Blesa, los materiales inéditos incluidos en Los papeles de Ibiza 35 vienen a acrecentar la obra de Leopoldo Panero, un Panero más autobiográfico y extremadamente coloquial, donde consigue insertar lo cotidiano en lo literario. «También hay traducciones de textos de literatura de terror donde rompe la dicotomía autor/traductor, añadiendo centenares de palabras y trastocando la estructura del texto traducido», admite Blesa. Y hay textos sobre la actualidad que le tocó vivir a finales de los 70 y comienzos de los 80. Destacan las elegías ‘Yolanda’ (en referencia a Yolanda González, la joven militante comunista asesinada en Madrid por ultraderechistas en 1980) y ‘Canto al Jaro’, delincuente común que murió en 1979 durante uno de sus atracos y que luego daría lugar a la película Navajeros, una de las principales cintas del cine quinqui.

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Panero y sus refrescos de cola. Foto de Marcos de Rada aparecida en interviú.

El asesinato de la estudiante Yolanda González debió tocar la fibra del poeta, ya que a parte de los versos, escribió un texto, probablemente dirigido a publicarse en alguna revista pero que nunca vio la luz, titulado ‘El caso Yolanda y sus consecuencias’. «En la lucha contra el terrorismo, hay una diferencia gramatical, o lo que es lo mismo legal, que el PCE, PSOE y los partidos maricones al uso olvidan: y esta diferencia es la de la impunidad de los atentados fascistas, a diferencia de los demás». Menudo comienzo. Panero atribuye esta impunidad a que «el aparato policial y burocrático franquista no ha desaparecido, no ya por completo, sino en absoluto». Y no se olvida del aparato ideológico –«la televisión, la radio, sus locutores, sus voces, son todavía franquistas»– y del cuerpo legislativo, al que acusa de amparar el homicidio. Panero aprieta más el acelerador cuando aboga «por el uso de las armas, en defensa propia. ya que no hay otra defensa, ni otra legalidad». Resulta curioso que tras pedir la disolución de las «organizaciones paramilitares», haga una salvedad: «si se trata de organizaciones o partidos falangistas, vale, a pesar mío». El texto acaba con un «Viva la Guerra Civil». No es de extrañar que no encontrara medio que lo publicase.

[PD. No he podido visitar al poeta Luís Pousa en la Feria del Libro de Madrid. Prometí que le llevaría una lata de cerveza a la caseta pero estoy fuera de Madrid. Me he acordado de él porque no solo coincide con Leopoldo Panero en sus iniciales: también en un tal Flash Gordon].

 

 

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