El Coleta: «El trap es una música amable con el sistema, sirve para ver cómo funciona la gente que quiere acceder al capitalismo»

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El Coleta. Foto: Alberto Gayo.

Hasta la semana pasada el único quinqui con coleta que conocía se llamaba Matías. Era uno de los personajes de la canción de Pata Negra ‘Los managers’. Era colega del Perico, el Rafa y el Nono. Los cuatro cogieron un «conjunto de corte moderno» para girar por ahí. No se sabe cómo acabó el negocio. Mucho cubata y mucho polen. Siempre lo imaginé como un quinqui. Seguro que no lo era. Quinqui es uno de esos vocablos que el tiempo trastoca. Están los quincalleros de antaño, los que reparaban los calderos de hojalata por los caminos de Dios; también se llama quinqui al hijo de gitano y paya, a los mercheros nómadas, al delincuente urbano tipo El Lute, El Jaro o El Vaquilla… todo vale. El quinquismo no tiene fronteras. Los peaky blinders británicos, los apaches que actuaban por el centro de Madrid a principios del siglo XX, los navajeros y perros callejeros del Seat 1430 y la recortá en la década de los 80… Quién sabe. «El término quinqui hay que ampliarlo, todo bordea la delincuencia. La cuenta B del PP también es quinqui». Eso dice el actor José Sacristán en Quinqui Stars, una película dirigida por Juan Vicente Córdoba y protagonizada por El Coleta (Ramsés Gallego), un músico del barrio de Moratalaz que reivindica la herencia quinqui.

La película pretende indagar en la construcción de ese mito, con epicentro a finales de los 70 en las barriadas de inmigrantes de Madrid o Barcelona, donde la chuta, la heroína, la crisis y el desempleo desesperaban a la población obrera, pero que puede tener su reflejo actual en esos mismos (y otros) distritos del extrarradio donde también margina la crisis, el fracaso escolar y el abandono institucional. Juan Vicente Córdoba y El Coleta montan el juego de espejos con el cine y la música de aquellos tiempos y con la generación trap de hoy, personificada en las cantantes Bea Pelea, Blondie, y en el grupo de rap feminista IRA. Hace cuarenta años lo petaba Tony El Gitano, Los Griffis, Los Chuguitos, Los Chichos, Los Calis, Los Chorbos, Las Grecas, Rumba Tres… la película es larga pero la naturalidad de El Coleta la hace llevadera y divertida a pesar de lo trágico del submundo callejero.

Tras el pase para prensa (éramos cuatro), me tomé una botellita de agua con El Coleta. Conversación breve pero provechosa.

Los Chichos han llegado a decir que Los 40 les vetaba «por denunciar en las rumbas lo que les correspondía a los políticos». Entre los repudiados de la Transición cultural y de la la Movida madrileña destaca la rumba flamenca, quizá la música más popular de la época en la periferia de las ciudades y en los hogares de los inmigrantes que tuvieron que dejar Castilla, Andalucía o Extremadura. ¿Qué pasó?

Eso lo cuento yo en mis letras: «Pegamoides que llaman la atención mientras otros llenan el pabellón». La música popular era otra, no la nueva ola, era la rumba, el heavy. Si no recuerdo mal, llegó a ver una gira conjunta Obús-Los Chunguitos. Estos dos grupos vendían muchas copias, llenaban pabellones, pero aquí se quería dar una imagen muy europea y de apertura de España con la música de influencia anglosajona, con letras banales y hedonistas. Las letras de Los Chichos hablaban de delincuencia, problemas…, hablaban de lo que pasaba en los barrios y no convenía, daban una imagen distinta a lo que quería la nueva España.

¿No es un poco forzado hacer un paralelismo con lo que ocurre hoy en nuestro país?

En 2015 hice un disco llamado M.O.vida madrileña con ese paralelismo. Ahora hay mucho desempleo, como en aquella época. Como hoy, en los 80 hubo una democratización del arte, hubo una efervescencia, todo el mundo hacía algo artístico, fotografía, fancines, vídeo… Ahora todo el mundo es instagramer, hace vídeos, música. Y no digo que sea negativo. Al final, el gran cambio político de entonces fue más estético. En 2015 ocurrió lo mismo, salió una nueva política para un cambio brutal y al final no ha pasado nada. En Madrid gobierna Ahora Madrid pero los barrios siguen igual, dejados de la mano de Dios, la preocupación es el centro, lo que se ve fuera. El Madrid que todos los madrileños queremos no existe. Mi barrio sigue lleno de mierda, los parques igual de dejados…

¿Dónde está el morbo de lo quinqui?

A mí el quinqui me representa, por eso me atrae. Es como las películas de la mafia italiana, aunque no hayas tenido contacto con ella, atrae. Y la música es muy importante, más en ese cine quinqui. Era ficción pero mostraba una realidad, la música estaba basada en los gustos de los propios protagonistas de las películas. Las letras son costumbristas, eran lo que se vivía en esos barrios.

Nació en Moratalaz pero su barrio hoy es Valdebernardo…

Sí, es un barrio encerrado por la M40, la M30 y la carretera de Valencia, un barrio nuevo, construido con escuadra y cartabón, de bloques naranjas con mucho realojo, lleno de mierda. Es curioso, cuanto más te alejas del centro de Valdebernardo, más mierda hay. Lo mismo pasa en otros barrios. Es cierto que hay que enseñar a nuestros hijos a ser limpios y cívicos pero cuando vives en un sitio lleno de mierda o no hay papeleras a la vista, o cuando vas a una papelera y esta llena de bolsas con mierda de perro, pues no te acercas. Claro, la gente también tiene la culpa…

¿Qué recuerdos tiene de Moratalaz?

Allí pasé la adolescencia. Recuerdo la casa de mis abuelos, un bloque alto, en el Arroyo de la Media Legua. Había un local que se llamaba Qué guay, alquilaba videojuegos. El que lo llevaba se llamaba Pedro, era un tipo muy integrador, montaba partidos de fútbol para gente sorda, estaba muy implicado. Te hacías socio y, por poco dinero, podías jugar allí o alquilar videojuegos. Siempre había chavales gitanos. Tuve la oportunidad de estudiar pero me encontré que, al acabar el COU, lo estudiado no me sirvió para nada, solo para trabajos de mierda.

Foto 7. IRA RAP
Fotograma de Quinqui Stars.

Y entonces se hizo músico.

No. He trabajado de socorrista sin título, limpiando grafitis del Metro, de reponedor en la Casa del Libro, donde me echaron por robar El pequeño Nicolás para mi hermano pequeño. Me lo metí dentro de la chaqueta y cuando salía de mi turno, vi a una compañera que venía cargada con cajas de libros. Le ayudé y en ese momento se me salió el libro de la chaqueta. Confié en que no me delataría porque la había echado una mano; pero no, me delató. ¡Qué hija de la gran puta! Luego trabajé cogiendo el teléfono en una empresa, también sin formación, y acabé siendo del departamento de soporte técnico. Entré en Viajes Marsans de operador para incidencias, un trabajo poco cualificado, ascendí a técnico de redes, hasta que Diaz Ferrán y el Gobierno cerraron la empresa y nos despidieron. No he vuelto a trabajar, ahora sobrevivo con la música, desde el 2010. Empecé a componer, a grabar, a hacer conciertos.

¿Por qué triunfa el trap?

Hay que decir que los gitanos se están separando cada vez más del flamenco, pero eso no significa que el trap triunfe en los barrios del extrarradio de Madrid y Barcelona. Ahí triunfa el trap latino, Bad Bunny, Moncho Chavea, Omar Montes… Alguno de ellos son de barrio, de Pan Bendito, y gusta. El trap que se escucha en los blogs de internet es minoritario. Los chavales que me encuentro con los loros por la calle, antes eran radio-cassettes y ahora son reproductores digitales con bluetooth, no escuchan trap español, escuchan trap latino, que no tiene denuncia social. Los Chichos tienen canciones por doquier de denuncia social, pero el grueso de su discografía trata sobre el amor. El Jero (Juan Antonio Jiménez Muñoz, líder de Los Chichos) hace retratos durísimos de la sociedad, contra el Gobierno, pero son solo una parte. Los Burning igual. Contaban lo que pasaba en el barrio y servía de ventana o espejo de la realidad. El trap es una música amable con el sistema, sirve para ver cómo funciona la gente que quiere acceder al capitalismo.

¿Qué quería ser de pequeño?

Arqueólogo, pero me di cuenta que no buscabas arcas perdidas ni ibas con sombrero. Me sigue encantando la historia, leo novela histórica. Luego en la adolescencia mi sueño era ser director de cine, quise hacer Comunicación Audiovisual y no me dio la media. El sistema no siempre premia los conocimientos que tengas, a mi me pasó, tenía mala letra y eso influyó para la nota. Me encantaría hacer una película pero no es fácil. Antes de ponerme con la música, estuve mucho tiempo tirado en mi casa, hasta la cuatro de la madrugada jugando con la vídeo-consola y levantándome a las dos de la tarde. Si he podido llegar a esto, puedo hacer otras cosas

Como final, os dejo un diccionario quinqui que publicó Interviú en enero de 1979. El periodista Antonio Sánchez recopiló más de 500 palabras usadas por el lumpen. Salud.

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