Mi madre y la huelga de mujeres

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A la derecha, María, con su hermana Josefina, mostrando una foto de cuando eran chiquillas ya en Madrid. Foto: Alberto Gayo.

No sé si mi madre, una pensionista de 81 años, hará huelga mañana. Me figuro que, como casi todos los jueves, echará las prendas sucias, suyas y de mi padre, a la lavadora; irán los dos juntos a comprar pan y algo de verdura, y a pasear un rato por El Retiro. Ella cocinará y él pondrá la mesa para tres –su hermana gemela está pasando unos días en casa–, él recogerá los platos y pasará por el mantel el rodillo recogemigas, y ella fregará los cacharros. Se echará una cabezadita antes de ponerse a ver la telenovela Acacias 38

De lo que sí estoy seguro es que cuando llegue la tarde, si no hay achaque que lo impida, se pondrá guapa y se marchará a la manifestación del 8M. Al menos un ratito. Lo hará por ella, aunque piense que está en el mejor momento de su vida. Pero sobre todo irá pensando en sus hijas, nietas, hermanas, sobrinas, amigas… Irá porque nació en pueblo de Jaén en plena posguerra en un hogar demasiado pobre, donde un mendrugo de pan con aceite era lo poco que se echaban al buche los once hermanos, irá porque no tuvo la oportunidad de estudiar, irá porque tuvo que salir muy joven hacia la capital para servir en una casa pudiente –«eran muy buena gente y siempre me trataron bien»– donde se enteró de que no todos somos iguales, irá porque ella fue una camarera de piso –como Las Kellys de ahora– en un gran hotel de la Gran Vía madrileña en los años 60, irá porque siempre fue ama de casa y, los ratos libres, trabajadora en el negocio familiar –su pensión es de 606,70€–, irá porque una de sus hijas trabaja de enfermera en un hospital público y porque ha visto a sus vástagas que no podían conciliar cuando decidieron ser madres. E irá porque fue emigrante y sabe que hoy muchas otras emigrantes trabajan en el servicio doméstico.

No sé qué pensará cuando vea a tantas mujeres juntas. Seguro que cuando lea en las pancartas lemas contra las agresiones, humillaciones, marginaciones o exclusiones que sufren miles de mujeres, repasará mentalmente sus ocho décadas de vida. Solo espero que se sienta muy orgullosa de lo que ha sido y de lo que es, una mujer que se ha matado a currar para sacar a la familia adelante y que quiere vivir tranquila en una sociedad más justa. Llámenla feminista. Y no colgará el delantal en el balcón porque no tiene vistas a la calle.

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